Me imaginé en mi departamento, en lo que era el comedor, sentada frente a la computadora escribiendo lo que se suponía que era una novela. Se me notaba que tenía éxito, que era una mujer feliz y talentosa. Me encontraba compenetrada en aquella pantalla de la computadora y de repente mi concentración se ve interrumpida al sonar el timbre. Sabía que eras vos el que estaba del otro lado, así que me levanté rápido a abrirte. Estaba feliz de verte porque me lancé en tus brazos y te besé.
Llevabas puesto un traje que me encantaba, te lo quitaste con mi ayuda y nos volvimos a besar, esta vez más intensamente. Entre besos nos chocamos contra el escritorio, y entonces dejé de besarte para mostrarte lo que estaba escribiendo. Me senté en la silla y te pusiste detrás de mí, te leí un párrafo que hablaba de vos el cual dijiste que te encantaba, no sé si por compromiso o porque realmente lo sentías, pero me escuchaste atento y a mí no me avergonzaba mostrarte mis escritos pues nos conocíamos desde hace años y no tenía razones por las cuales avergonzarme. Me diste un beso en el cuello que me provocó otra sonrisa. Y ahí terminó aquel pequeño vistazo a mi futuro.
Al abrir los ojos la sonrisa aún seguía estando. La imagen de nosotros dos, como una pareja, disfrutando de la compañía del otro, me trajo cierto asombro y satisfacción a la vez. Me trajo felicidad.
Entonces comprendí que mi futuro no se trata solo del lugar en donde me encuentre o lo que vaya a hacer mañana, todo lo que importa es que seas vos mi compañero de ruta mientras voy conociendo el recorrido.