Miró hacia la ventana. No estaba lloviendo, ni tampoco el vidrio estaba empañado, eran sus ojos los que estaban cubiertos por lágrimas. Si la vista no le fallaba, estaba segura de que el gato que acababa de pasar sobre el techo de la casa de enfrente era el de su vecina Estefania. Dicen que las mascotas se parecen a sus dueños, y esta se parecía mucho a su dueña. Estefania era algo reservada, no tímida, sino que actuaba como si no le importara conocerte, y, al igual que su gato, nunca estaba en su casa. Eran raras las veces en las que las dos chicas se cruzaban, pero en todas ellas Estefania nunca se tomó la molestia en saludarla. Por lo que Julia tampoco se molestó en hacerlo. Aunque no le gustaban los gatos, tenía la necesidad de que Mufin (así se llamaba el gato de Estefania) se acercara a su ventana. Se imaginó a ella misma en la misma posición en la que estaba ahora (sentada con las piernas contra su pecho y sus manos abrazándolas) con Mufin en su regazo para poder acariciarlo. Aunque lo que realmente quería era que alguien la abrazara. No importaba quien, solo lo deseaba. Así mismo que también tenía el desesperante deseo de que nadie entrara a su cuarto y la viera en ese deplorable estado. Asi que se quedó con la primera opción: que Mufin apareciera en su ventana. Pero el maldito gato (como lo acababa de insultar) desapareció entre los otros techos de las otras casas. Y se sintió aún más sola. La única componía fiel que tenía eran sus lágrimas, las cuales este año se hicieron notar. Años atrás Julia no sabía que podía llorar tanto. Creía que hacer eso era un pérdida de tiempo. Pero este año encontró en ello una salida. La primera vez que lloró en el año fue en Enero, cuando discutió con su papá, misma razón por la que lloró la tercera vez, que fue el día de Pascuas. Ambos estaban en el auto rumbo a la casa de unos parientes con su hermano menor de siete años de edad (nueve años menor que Julia). Apenas su padre estacionó el auto frente a la casa de su familia, discutieron, y Julia bajó tratando de contener el llanto pero no pudo, y cuando su tío salió a abrirles la puerta, la joven comenzó a caminar hacia otro lado. No dijo ni una palabra y nadie le pidió que se detuviera, solo siguió caminando sin siquiera saber bien que era lo que estaba haciendo. A mitad de cuadra giró sobre si para ver si su padre y su hermano habían entrado a la casa, y al confirmarlo se echó a correr hasta llegar a un parque y encontrar un lugar donde nadie pudiera verla. Lloró, lloró y volvió a llorar. No podía detenerse y tampoco quería hacerlo. Escuchó unas voces femeninas detrás de ella y volteó a asegurarse de que no le estuvieran prestando atención (aunque quería que alguna la escuchara para poder contarles lo sucedido y así poder insultar a su padre. Pero nadie la escuchó ni la vio, o fingieron no hacerlo). Era pascuas, un día de celebración en familia, ¿quien querría arruinar su día prestándole atención a una adolescente con problemas? Una vez que dejó de llorar, del bolsillo de su pantalón sacó su celular y se fijó si el maquillaje se le había corrido. Pensó en volver a la casa de sus tíos pero sentía que pronto volvería a llorar, además de que no tenía ganas de verlos. Decidió seguir caminando, y, para pasar el rato, con su celular comenzó a tomar fotos del parque. Un chico que andaba en bicicleta venía frente a ella. Se miraron por un segundo pero de inmediato Julia apartó la vista cuando él le sonrió. Pensó en correr tras el chico y decirle algo como esto: "Hey, se supone que es un día de fiesta ¿no?, que hay que estar feliz y en familia. Pero yo no estoy con mi familia, ni tampoco estoy feliz. ¿No te gustaría estar conmigo un rato?" A lo que pensó que él le respondería que sí, caminaría con ella, y luego de besarla durante un largo rato, retomaría su camino. Pero después de voltear a verlo siguió caminando con la esperanza de volvérselo a cruzar. Aunque eso nunca pasó. Cuando había bajado del auto, además de tener el celular en sus manos, también tenía sus auriculares, asi que se los puso y subió la música a todo volumen. Recibió un mensaje de su papá pidiéndole que volviera, a lo que ella le contestó que lo haría, pero pasaron unos cuantos minutos y, esta vez, su padre decidió llamarla. Julia esperó unos segundos, se aclaró la garganta y pulsó la tecla "contestar". Una vez más su padre volvió a pedirle que regresara, y, de nuevo, Julia le dio la respuesta que él quería escuchar, pero que no sería realizada durante otro largo rato hasta que tuvo que regresar porque su celular se estaba quedando sin batería, y aunque le agradaba la rebeldía de no obedecer a su padre, sabía que si algo malo le pasaba tenía que tener su celular activado. Asi que volvió solamente para cargar el celular con la intención de luego volver a desaparecer. El resto fue que su padre la trató como si nunca hubieran discutido y sus tíos le hicieron una broma preguntándole si había tardado en llegar el colectivo.
Y el segundo paso sería confesarle a Fabián, sin más imprevistos, lo que sentía por él. Se llevó las manos a los ojos, secó las lágrimas, que ya eran pocas, y respiró hondo. Dio un brinco y se puso de pie, y cuando iba a salir de su cuarto escucho el ronroneo de un gato. Precisamente el ronroneo de Mufin que ahora estaba sobre la ventana de la habitación de la joven. Julia sonrió y decidió sentarse nuevamente junto al gato de su vecina. <Si vos viniste a mi ventana-dijo a Mufin-, entonces puede que tenga una posibilidad con Fabián-sonrió-. ¿Que te parece?-le preguntó y, no sabía si a modo de respuesta, Mufin le levantó la mano con el hocico para que volviera a acariciarla-. Espero que sí-dijo de manera esperanzada y luego repitió:- Eso espero.>>