Todas las cosas que hiciste, todos tus logros y todas tus
caídas forman parte de lo que hoy sos, de lo que te fuiste convirtiendo. Las caídas
fueron para fortalecerte, no para hundirte en el cemento. Cada parte de tu
cuerpo está formada por retazos de las heridas que se curaron con el tiempo,
con tu paciencia y tu tenacidad. No hay marca que no pueda ser borrada, ni
cicatriz que no se pueda cubrir, pero a la mente no se la puede tocar, ella
guarda en su interior todos los recuerdos que creés olvidados pero que de algún
modo luchan por salir al exterior por medio del inconsciente. ¿No sos capaz de
verlo? No te preocupes, es normal que sea así; después de todo, el hombre ve solo
lo que quiere ver, aquello que es perceptible ante los ojos, mientras que la
verdadera observación consta de una mucho más profunda y compleja. No está a la
vista, no está delante de tus narices, se encuentra escondida dentro tuyo, en
tu cuerpo, a lo largo de tus venas, en cada pálpito de tu corazón, arriba, un
poco más arriba, en aquella pequeña caja que nos dicta como debemos mostrarnos
ante el mundo; precisamente ahí están todos los secretos que mantenés alejados
del exterior. Solo es cuestión de que des un vistazo interno y que descubras,
de una vez por todas, quien se oculta debajo de esa armadura.