El mundo giró a nuestro alrededor sin historias que vivir.
Mil recuerdos se apagan.
Aún quedan las cenizas antes de arder en llamas.
¿Quienes somos?
¿A qué le tememos?
Hay un final para esta historia que nunca fue escrito.

Skylar Grey - Wear Me Out

martes, 20 de noviembre de 2012

History: Que digo manchas, moretones.


Cuento unos cuantos segundos hasta que decido verme al espejo. Una mancha morada apareció en mi cara de la noche a la mañana. Pero esta mancha no es de las que se quitan, es de las que se tapan. No reconozco a la mujer que está frente a mí. A esa triste mujer que lo único que hace es amar tanto a un hombre como para dejar que haga lo que quiera con ella. Pero él me ama, lo se. Me pide perdón cada vez que se equivoca. Siento su dolor cuando me dice: "Mirá lo que te hice". En verdad se arrepiente. Lo veo en sus ojos. Se que no es él quien me deja estas manchas, sino que es el hombre que llega a casa borracho después del trabajo, pero que a la mañana siguiente es el hombre del que me enamoré. Me culpa por su  descontrol a la hora de beber y me cela por la amistad que tengo con mis compañeros de trabajo. Estuve pensando en eso y creo que tiene razón. Yo también me pondría celosa. Creo que le gusto a Marcos, uno de mis compañeros, así que sus celos tienen un motivo...
Todos los días que sale de casa luego de las siete de la tarde (como hoy) se que irá al bar que está a dos calles de casa. Allí le pedirá una quilmes al cantinero, Roberto, quién nos atiende siempre, y luego le pedirá una más y otra, hasta quedar dormido en la silla con su cabeza apoyada en la mesa. Roberto querrá despertarlo, pero su intento será inútil. Entonces llamará a uno de sus hijos (o los dos) para que lo ayude a despertar al pobre hombre que desahoga sus penas con "un poco" de cerveza. Con unos cinco minutos quizás perdidos de su tiempo, el cantinero logra que su cliente más frecuente pague la cuenta y se largue del lugar, mientras que yo lo espero sentada en el sofá (sin un cuchillo debajo de la almohada porque nunca lo eh hecho). 
El fuerte ruido que se escucha en el edificio al cerrarse la puerta de entrada, seguido de los otros dos portazos de la puerta del ascensor me anuncian su llegada. Abrió y cerró la puerta de casa de nuevo de un portazo. Yo lo saludo (sin temblar) esperando a que me de un beso, pero sigue de largo hacia la cocina en busca de otra cerveza. Me pide que le alcance una baso y yo lo hago. Por supuesto que no me agradece y, al contrario, se sienta a beber en la mesa del comedor. Casi sin poder hablar me pide que ponga el partido de boca. Él es de river pero ahora no lo sabe. No puede notarlo porque tiene sus ojos puestos en mi. Luego de unos minutos (que por supuesto no conté) las primeras palabras alargadas salen de su boca. Si no fuera porque lo conozco en este estado no entendería ni una palabra de lo que dice. Contesté su pregunta o reproche, no se lo que es. Y él vuelve a decirme algo que desde ese momento no quiero escuchar.
Se absolutamente todo lo que va a pasar. No es muy agradable de contar, para no decir que es espantoso. Te helaría la piel y temblarías. Claro, no tanto como lo hago yo al recordarlo, al vivirlo, al verme al espejo con estas manchas moradas que todavía me dan pánico ver. Que digo manchas, moretones. Son verdaderos moretones que se supone que yo misma busqué. Que se supone que aparecen en mi cara por mis propios errores. ¿Cual es mi error? ¿Amarlo? ¿Soportar todo lo que me hace y al final de la noche convencerme a  mi misma de que él me ama y que sus celos son una forma de demostrarlo? Que ni siquiera creo que sean celos. Y si no son celos, ¿que son?
No puedo mentir. Llegué a ver a Marcos, mi compañero, como una pareja ideal para mí. Llegué a imaginarlo como el esposo que no puedo ver en Pablo. Y eso me trae una nueva pregunta que debo contestarme a mi misma. Claro que amo a Pablo. Tanto que lo odio. Tanto que me odio. Porque amo a la persona que es cuando está sobrio pero detesto con toda mi alma al que llega ebrio. Que también le tengo pánico. Por eso tengo un cuchillo siempre debajo de la almohada esperando a ser clavado. Que va. Ya no se que hacer. Tengo miedo de dejarlo y tengo miedo de seguir con él. Me pidió que mañana salgamos a cenar como símbolo de perdón. "Maquillate. Ponete linda", me pidió. Claro, se supone que tengo que tapar este horrible moretón. "Que buen hombre", dicen. "Hacen una hermosa pareja", dicen. "Son el uno para el otro", vuelven a decir. Eso porque no saben en lo que se convierte al cerrar la puerta de casa.